2025: entre tensiones comerciales y desafíos agrícolas



Por PhD. Larissa Barboza Alvarez, Senior Market Intelligence Analyst en StoneX.

Una de las principales dinámicas internacionales de 2025 es la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que terminó extendiéndose a prácticamente todos los países del mundo.

Cronológicamente, el 2 de abril de 2025, Estados Unidos declaró una Emergencia Económica y anunció un paquete arancelario que incluía un impuesto general del 10 % sobre casi todas las importaciones, además de tarifas de reciprocidad más elevadas para 57 países, incluida China. Una semana después, el 9 de abril, el gobierno estadounidense suspendió por 90 días la aplicación de estas tarifas más altas, aunque excluyó a China, cuyas exportaciones seguirían sujetas a un arancel del 125 %. Finalmente, el 12 de mayo, tras negociaciones bilaterales en Ginebra, ambos países acordaron una suspensión recíproca de los aranceles adicionales por 90 días. En ese marco, EE.UU. redujo sus aranceles a productos chinos del 145 % al 30 %, y China hizo lo propio con productos estadounidenses, bajando del 125 % al 10 %.

Cabe recordar que, con el anuncio inicial, la tarifa media efectiva aplicada por EE.UU. habría alcanzado su nivel más alto desde 1910, pasando del 2,5 % al 22,5 %. La declaración del 2 de abril incluía aranceles sobre casi todas las importaciones, aunque se contemplaban excepciones, como productos provenientes de Canadá y México, recursos energéticos y minerales, sectores previamente afectados por otras tarifas (como acero, aluminio y automóviles), así como países ya sujetos a sanciones estadounidenses, entre ellos Rusia, Cuba, Corea del Norte y Libia.

Se temía que esta escalada repentina en las barreras comerciales estadounidenses redujera el volumen del comercio mundial y afectara negativamente el crecimiento económico global, incluso el de EE.UU. Sin embargo, tras las pausas y acuerdos alcanzados, al momento de redactar este informe —12 de mayo—, el comercio internacional continúa operando con normalidad, aunque bajo la amenaza de nuevos eventos geopolíticos, como el reciente conflicto entre India y Pakistán.

Pese a los aranceles, algunos mercados podrían salir beneficiados. En el caso de los granos —como soja, maíz y trigo— no se prevén impactos significativos, dado que EE.UU. importa volúmenes reducidos de estas materias primas (con excepción del trigo, cuyas importaciones son algo más relevantes). En cambio, si se intensifican las represalias comerciales de China contra EE.UU., la soja brasileña podría verse favorecida con un aumento en sus exportaciones. También será clave seguir la evolución de la relación entre EE.UU. y México, por su posible impacto en el mercado del maíz.


Panorama nacional: entre cosechas firmes y a la espera de las reconfiguraciones regionales

Paraguay se caracteriza por tener dos ciclos de soja y sembrar maíz únicamente en la zafriña, a diferencia de Brasil, donde se realiza solo un ciclo de soja. La siembra comienza oficialmente en septiembre, aunque depende de las lluvias. Si se concreta entre septiembre y octubre, la cosecha de la campaña principal —que representa cerca del 80 % de la producción— inicia en enero. Luego, los productores optan entre un segundo ciclo de soja (zafriña) o sembrar maíz, lo que genera competencia por el área disponible.

La producción de soja y maíz se concentra principalmente en la región oriental, donde el calendario de siembra tiende a coincidir y concluir en pocos días. En la campaña 2024/25, a diferencia del ciclo anterior que arrancó a inicios de septiembre, la siembra comenzó con cierto retraso hacia la segunda quincena del mes, pero avanzó rápidamente en octubre. No obstante, la humedad del suelo fue heterogénea.

Esta última zafra fue considerada una “campaña de contrastes”, con importantes diferencias de rendimiento entre el norte y el sur. Mientras que San Pedro registró nuevas pérdidas, departamentos como Alto Paraná, Caaguazú e Itapúa alcanzaron promedios históricos. Así, la producción principal superó levemente los 8 millones de toneladas.

El volumen final de soja dependerá del desempeño de la zafriña. La soja sembrada más temprano se cosecha desde enero, permitiendo un segundo ciclo; quienes siembran más tarde suelen optar por maíz. La soja zafriña tiene un ciclo más corto (90 días) y puede sembrarse hasta finales de febrero, mientras que el maíz requiere hasta 150 días y se siembra entre enero y marzo, con cosecha entre junio y agosto. El uso de semillas de ciclo corto podría adelantar parte de la cosecha a mayo.

Con ambos cultivos aún en desarrollo, el clima será determinante para los rendimientos. Se espera que la zafriña de soja alcance algo más de 1 millón de toneladas, llevando el total de producción a cerca de 10 millones, un 6 % menos que en 2023/24. En maíz, se proyectan 4,9 millones de toneladas.

En paralelo, se intensifica la comercialización de fertilizantes para el ciclo 2025/26. Julio suele ser el pico de importaciones, aunque las compras se anticipan. Según StoneX, entre 45 % y 50 % de los fosfatados y potásicos ya están comercializados, y se espera cerrar el 100 % antes de fin de junio. En el caso de los nitrogenados, más vinculados al maíz, las negociaciones se concentrarán en el segundo semestre.

Respecto al basis, el primer semestre suele mostrar descuentos por alta oferta. Los precios del segundo trimestre dependerán del resultado de la cosecha argentina, principal destino de la soja paraguaya (84 % en 2024). La reciente reducción de retenciones del 33 % al 26 % en Argentina impulsó las ventas internas, presionando los precios en Paraguay.

Este cambio de política en Argentina es clave: el país, que no exportaba soja a China, comenzó a hacerlo tras el ajuste tributario, ofreciendo un producto más barato que el brasileño. Esto desvió la demanda china hacia Argentina, incrementando la disponibilidad interna en Brasil y debilitando las cotizaciones en Paranaguá.

Sin embargo, este contexto podría favorecer a Paraguay más adelante. Con más soja argentina exportada, las industrias podrían aumentar la demanda de soja paraguaya —valorada por su alto contenido proteico— para mezclas. Además, la necesidad de grano en las procesadoras argentinas podría sostener los precios regionales.

En síntesis: el basis enfrenta presión a corto plazo por el efecto argentino en el mercado brasileño, pero en el segundo semestre, se espera una recuperación gracias al reposicionamiento estratégico de la soja paraguaya en la industria regional.


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